Mientras camino por Jerusalén para rezar en la Piedra de la Unción y en el Santo Edículo, no puedo evitar pensar en otro lugar que encierra un profundo poder espiritual: la Sala de la Última Cena.
Este es el lugar donde Jesús compartió su última cena con sus discípulos, donde les enseñó acerca del amor, el servicio y el sacrificio. También es la habitación donde el Espíritu Santo descendió en Pentecostés, llenando a los apóstoles de fuerza y sabiduría divinas para difundir el Evangelio.